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José Miguel Curet




EL PAÍS ERA NUESTRO


Cuando todavía pensábamos que el país era nuestro

ofrecíamos eslabones fantasmas

destrozábamos sus calles

sus aceras, sus cruces

su calor, su luz

sus árboles, sus cuevas, su guano

su horizonte, sus instintos

su lluvia, su vapor, sus cráteres

sus marejadas gigantes

y la arena mansa de su criatura


Cuando todavía pensábamos que el país era nuestro

creíamos la posibilidad de hacernos con un trozo de vivienda

poseer su envoltorio de aurora


Apostábamos a la liquidez de los ahorros astrales

Domábamos las muestras de la belleza al domesticar el amparo


Al arroparse

la naturaleza del cobijo repartía el aposento


Cuando todavía asumíamos que al caminar

ocupábamos el piso y el sostén

la lentitud del paso expropiaría

la colonia tormentosa de morar en esta tierra

de segregar este mangle

Profesábamos la apertura del portón

que colinda con el paraíso


La impostura delata el tesoro


Si brotaban del pulso y lo cotidiano

si se filtraban de la armonía de su rutina

adueñábamos la mirada y los gestos

Éramos amos del aire y el viento

de lo frío y lo caliente

señoreábamos el sopor, el sereno y el vaho


Éramos dueños de lo sólido y lo tangible

de la impenetrable marcha sobre el agua

no del hormigón y su proporcionada mezcla de exactitud

Junto al mar rimamos con lo irreconocible


Si las olas devoran la ciudad

si las raíces invaden la residencia y las

grietas habitamos la espuma


Las ruinas trafican la magia de lo rentable


 

NO TENGO HORA


Parece que el sol pasa sin hora ni contagio


Se mueve como siempre la paciencia de no

tener se agita el turno de esperar

el unísono tramo de la sinfonía

la coordinación inencontrable del tono


Me muevo

como las tiendas reestructuradas esconden su historia

como el comercio externo

como el extremo quebrador

de lógicas esféricas de redes oscuras


En una isla de distancia sepulcral

en este instante aislado no tengo hora


No tengo hora en este abono en granos

en este humus en pedazos


No tengo métodos de ingresos insufribles


No hay hora en la calle de revueltas

solo transita un tránsito sin vuelta


Sin hora ni contagio seguro

no tengo otro imperio

no poseo otro pasamanos hirviente


No hay sedición

no encuentro el complot

sobre la destrucción de la risa


Maltrecha y pagada sobre la aniquilación

vuela otra conspiración infectada

Se tiende el vuelo

con el sol y las manecillas en sus ojos

Al amarrar lo cocido

al irradiar la vuelta de los patrones

no tengo hora


No busco asilo en los huecos del llanto

ni aspiro al pan radiante en esta otra hora


No marca el instante

el paso de los párpados

detrás de lo luminoso


La parábola incesante

y su condición crítica

decreta su legítima defensa


La lejanía emigró y

los acechos se infunden en el regazo


Otra hora se ofrece sola

Otra hora es la protección de los especímenes


 

José Miguel Curet (San Juan, Puerto Rico, 1976) es poeta, investigador y profesor. Ha publicado tres poemarios: La pérdida es mía (La Secta de los Perros / La Impresora, 2019), Revienta (Atarraya Cartonera, 2011) y De visita (Los Décimos Primeros, 2002). Sus poemas se han incluido en antologías y revistas de Puerto Rico, México, Estados Unidos, Canadá, España e Italia. Obtuvo su doctorado en Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca, España. Posee una maestría en Literatura Francesa de Middlebury College School in Paris, y un bachillerato en francés y filosofía de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.

Su libro Vanguardia y revolución en Pablo de Rokha será publicado por Ediciones Tácitas de Chile este año. Es profesor en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Actualmente escribe su cuarto poemario, Sombra deserta Sombra de dos.


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