EL PAÍS ERA NUESTRO
Cuando todavía pensábamos que el país era nuestro
ofrecíamos eslabones fantasmas
destrozábamos sus calles
sus aceras, sus cruces
su calor, su luz
sus árboles, sus cuevas, su guano
su horizonte, sus instintos
su lluvia, su vapor, sus cráteres
sus marejadas gigantes
y la arena mansa de su criatura
Cuando todavía pensábamos que el país era nuestro
creíamos la posibilidad de hacernos con un trozo de vivienda
poseer su envoltorio de aurora
Apostábamos a la liquidez de los ahorros astrales
Domábamos las muestras de la belleza al domesticar el amparo
Al arroparse
la naturaleza del cobijo repartía el aposento
Cuando todavía asumíamos que al caminar
ocupábamos el piso y el sostén
la lentitud del paso expropiaría
la colonia tormentosa de morar en esta tierra
de segregar este mangle
Profesábamos la apertura del portón
que colinda con el paraíso
La impostura delata el tesoro
Si brotaban del pulso y lo cotidiano
si se filtraban de la armonía de su rutina
adueñábamos la mirada y los gestos
Éramos amos del aire y el viento
de lo frío y lo caliente
señoreábamos el sopor, el sereno y el vaho
Éramos dueños de lo sólido y lo tangible
de la impenetrable marcha sobre el agua
no del hormigón y su proporcionada mezcla de exactitud
Junto al mar rimamos con lo irreconocible
Si las olas devoran la ciudad
si las raíces invaden la residencia y las
grietas habitamos la espuma
Las ruinas trafican la magia de lo rentable
NO TENGO HORA
Parece que el sol pasa sin hora ni contagio
Se mueve como siempre la paciencia de no
tener se agita el turno de esperar
el unísono tramo de la sinfonía
la coordinación inencontrable del tono
Me muevo
como las tiendas reestructuradas esconden su historia
como el comercio externo
como el extremo quebrador
de lógicas esféricas de redes oscuras
En una isla de distancia sepulcral
en este instante aislado no tengo hora
No tengo hora en este abono en granos
en este humus en pedazos
No tengo métodos de ingresos insufribles
No hay hora en la calle de revueltas
solo transita un tránsito sin vuelta
Sin hora ni contagio seguro
no tengo otro imperio
no poseo otro pasamanos hirviente
No hay sedición
no encuentro el complot
sobre la destrucción de la risa
Maltrecha y pagada sobre la aniquilación
vuela otra conspiración infectada
Se tiende el vuelo
con el sol y las manecillas en sus ojos
Al amarrar lo cocido
al irradiar la vuelta de los patrones
no tengo hora
No busco asilo en los huecos del llanto
ni aspiro al pan radiante en esta otra hora
No marca el instante
el paso de los párpados
detrás de lo luminoso
La parábola incesante
y su condición crítica
decreta su legítima defensa
La lejanía emigró y
los acechos se infunden en el regazo
Otra hora se ofrece sola
Otra hora es la protección de los especímenes
José Miguel Curet (San Juan, Puerto Rico, 1976) es poeta, investigador y profesor. Ha publicado tres poemarios: La pérdida es mía (La Secta de los Perros / La Impresora, 2019), Revienta (Atarraya Cartonera, 2011) y De visita (Los Décimos Primeros, 2002). Sus poemas se han incluido en antologías y revistas de Puerto Rico, México, Estados Unidos, Canadá, España e Italia. Obtuvo su doctorado en Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca, España. Posee una maestría en Literatura Francesa de Middlebury College School in Paris, y un bachillerato en francés y filosofía de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.
Su libro Vanguardia y revolución en Pablo de Rokha será publicado por Ediciones Tácitas de Chile este año. Es profesor en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Actualmente escribe su cuarto poemario, Sombra deserta Sombra de dos.
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