
Foto de Celeste Acevedo
Sueña la semilla
cuando el sueño comienza
tu voz vuelve a su cuerpo primero
a las formas que antes andaban sin sangre
a las sombras que antes callaban sin lengua
como si fuera una luz en rabia
un eclipse que no cesa de abrir y cerrar
las compuertas de la sed
cuando el sueño comienza
te enraízas bajo la tierra hasta aunarte con un fondo
otro tiempo más adentro
como si fueran naufragios de estaciones extraviadas
cuando el sueño comienza
un pájaro busca regresar a ese soplo inicial de la brisa
a esa antigua caricia del abismo
como si fuera la realidad latente del presente
que se anida en la memoria
qué ilusión ingobernable tan llena
de ciudades y olvidos
de miradas que fuimos y alturas perdidas
es que bajo el verdor de tus párpados
ese pájaro de muchos nombres
ha sido la vida
[En la cuarta edición de Raíz de la ausencia, 2021]
Resistencia
aún en la ciudad del olvido
fuga tierno el verdor
por las fisuras del asfalto
al umbral de la desesperanza
como un pájaro perdido
llega el rumor de la vida
aún en la ciudad del olvido
sobre el tejado polvoriento
de una casa abandonada
una niña sueña mirando
cómo lo imposible brilla
hay voces hastiadas
de los golpes que impone
la premura hacia la nada
aún en la ciudad del olvido
hay ojos que se detienen
ante el milagro constante
que es un árbol
hay manos que se acercan
a otras manos
para tocar lo efímero
de la ausencia
[En la cuarta edición de Raíz de la ausencia]
Laberinto otro
Trampa de polvo azul sobre el abismo
a ti, diáfana presa de la cumbre.
- Luis Palés Matos
«No hay nada» te dices mientras una noche de noviembre se cuela por las ventanas. «No sabes» te repites al seguir escuchando la vaga variación de centellas allá afuera. «No y no» te vas callando por dentro mientras sigue el sopor de tu cuerpo pronunciando su nombre a favor del sueño que te quema, a favor de un «te llevo» que te llena de duda, certeza y duda a favor de la «nada nada» que un mar sí llevó hacia jardines de otra vida.
De ahí a estar hace años contemplando esta herida irreversible dibujarse en cicatriz sobre la memoria para volver y volver a la voz que te persigue y te esconde, que te murmura «fue todo cielo» olvidándote, que no fue así, que el vértigo se te metió por la piel a través de su cuerpo y ya habías caído fuera de aquella ecuación inmunda, que su cuerpo tornó otro dentro de tus párpados para hacerse quien ya no está y sigues viendo como si aún enero al borde del abismo, como si aún «a ti», el viento y la ruina como si aún aquella tarde ya no fuera tarde.
[En la segunda edición de La dicha de lo inacabado, 2022]
Variaciones del aquí y ahora
Late su pulso aquí, su memoria en tu nada.
- Alfonso Costafreda
I
Afuera permanece la falta de su tacto.
Sólo de tu sueño retorna detenida su mirada.
Es pura entraña el impulso que le sujeta hasta tu ansia.
Como un espejo cual resiste reflejar latente su ausencia,
deseas y tu voz insiste.
Deshaces la distancia anulando la cifra precisa
que le hace intangible.
Se agita el mar y el viento. No espera el sol ni la luna.
En silencio, tu lengua obra un vínculo de lumbre
hacia la sombra perdida.
Su adentro revive y vuelve a ti,
consumado un Leteo, el vestigio de la llama.
Recuerdas imposiblemente que en sí vive el regreso.
En tu cuerpo, apenas calla su hambre.
II
La soledad destierras de tu suelo.
Extraes el sueño que eres y te nutres de su ausencia.
Emana de ti lo que te vive,
lo que deslate de su pecho.
Avanza el río en silencio y el amparo te persigue
como un Eco, paciencia de voz,
hasta la piedra más alta.
Recuerdas que haces falta a lo lejos.
Herida el ala de la espera, aún vuela
dolida hacia tu cuerpo.
Cae su mirada y vuelve a ti, todo el tiempo,
lo que pudo haber sido la nada.
III
Te acercas de quien eras al presente para no encontrarle.
A su recuerdo se extiende tu mano, que se pierde
en la suya ausente: tu mano se aúna al fin del tiempo.
De donde miras, retorna su mirada: memorizada lumbre
en el árbol, en la flor, en el viento. Ahora no estás
salvo en la cumbre de su lengua: se disuelve tu cuerpo.
Por más que en la vida le busques, volviendo a la espera,
estás en sí con los ojos abiertos: qué ya habitas
adonde huyes y es la nada su constante regreso.
[En La dicha de lo inacabado]
Material voz
No digo cómo un miedo irrumpe entre mis labios.
No digo la desesperanza que se torna en flor.
No digo la profundidad de las piedras bajo el mar.
No digo un sueño que se olvida.
No digo una vida que se recuerda.
No digo una estrella que se asoma entre las ramas de un árbol.
No digo una gota de lluvia que salpica sobre el asfalto.
No digo las cosas que se resisten a ser pronunciadas por el cuerpo.
No digo cómo un miedo irrumpe entre mis labios.
Digo el silencio.
[Inédito]
Carlos Vicéns (San Juan, Puerto Rico, 1982). Escritor, músico y profesor. Ha llevado a cabo sus estudios de bachillerato y maestría en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico. Sus poemas han sido publicados en revistas tales como La Raíz Invertida, Santa Rabia Poetry, América Invertida, Hotel Abismo, Furman 217, entre otras. Ha publicado cuatro ediciones de su poemario Raíz de la ausencia (Letra & Pixel, 2009; Distancias, 2013, 2015 y 2021). Su última colección de poemas se titula La dicha de lo inacabado, la cual consta de dos ediciones (El Taller Blanco Ediciones, Colombia, 2020 y 2022). Actualmente, enseña y es estudiante doctoral en el departamento de Hispanic Languages and Literature en la Universidad de Stony Brook, Nueva York.
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