Sentado bajo la porosa
sombra del ciprés,
en la amada hora de la ebullición,
la ciudad, su extensión de torres,
tejados, murallas y monumentos,
desaparece en un blancor huidizo y feroz,
como un relámpago apenas prologado
que ha logrado anular su estruendo.
Fontana d’acqua di un paese non mio. – Pasolini
Este es el pueblo de las fuentes
de aguas frescas, del reposo tejido
por el rumor de la escarcha
y de los fondos que abstraen
con la geometría de sus lozas.
No es mi pueblo de represas
que apenas retienen las negras aguas,
de costas que ciñen la sed de cilicios
y de charcos que multiplican las miasmas.
No es la hiedra emblema del descuido,
verdor mezquino, vertical letargo
que pende de murallas que protegen el palacio
lleno de fuentes inacabadas de la ausencia.
Es serena coraza, atención y gentileza,
amiga que anticipa desprendimientos
y provee la gracia para que comulguen los tiempos.
Partisana del hierro, de la cal, de la piedra,
su follaje abigarrado se extiende como brazo
que promueve divinos escalamientos.
El invierno nos obliga
a una economía del lenguaje,
a una respiración entrecortada, angular,
de movimientos torpes y un risible tiritar.
Donde el mero aliento, con su breve aletear,
macula el aire, las superficies y la claridad.
Como si la propia voz fuese indigna de sonar
en una estación desposeída del mirlo y su cantar.
Cercanas al fuego las palabras
llegan fáciles, firmes, íntimas.
Acaso confiadas por la escala provisoria
que les concede la flama
o envalentonadas por el anonimato
que les confiere el humo.
Como si el largo trecho para salir
del hogar culminara su deshielo,
las palabras colaboran y comulgan
por el bien de un relato
o de una confesión a punto de caducar.
¡Oh afortunados los que ya están viendo sus murallas surgir! – Virgilio
¿Tocará finalmente desbrozar
los yerbajos, hallar el ramo dorado
entre piedras y espinas?
¿Tocará asentarme en la estepa,
constatar si es propicia
a esperanzas y portentos?
¿Levantar, con manos ateridas,
arcos, muros, vigas; materia
donde la luz refulja amortiguada?
¿Sembrar un jardín parvo, verdeante?
¿Encender una hoguera y ver
en los copos la crin de un caballo
que cabalga somnoliento
hacia el corazón inconfesado?
¿Tocará modular el canto,
declarar el fin de mi errancia
como quien nunca ha visto
la devastación de los vientos?
Jean G. Burset Catinchi (San Juan, Puerto Rico, 1993). Escritor y cineasta. Autor de Herrumbre (Riel, 2022). Graduado de Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Mayagüez. Obtuvo su maestría en Producción de Cine en Georgia State University. Sus textos han sido publicados en Revista penúltiMa, Casapaís, Oculta Lit, Sur|Norte, Cruce, The Puerto Rico Review, Ric Journal y Revista Instituto de Cultura Puertorriña.
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