3:06 A.M.
Las pencas de la palma
que es horizonte en la ventana
arrastran inquietas sus sombras
por las paredes del desvelo.
Sonando su fuga
los carros en la avenida
burlan el toque de queda;
igual las turbinas
de los grandes aviones insomnes
que vibran los techos.
La oscuridad ladra y croa y trina y zumba
maullando en celo
mientras mi perra sueña
entre mi cuello y mi escápula.
Mientras tanto el trabajo
el deber, la sangre, las deudas
vuelan con mi cabeza que vuela
a vórtices como murciélago.
A ojos abiertos, inmóvil el resto del cuerpo
intento sin parpadear
pensar en ese todo que no duerme.
¿Una cama
a qué velocidad va a través del universo?
CUANDO EL VACÍO
Entonces despiertas
sobre la orilla del tiempo que ha pasado.
No es una playa la vida, lo sabes
pero tiene de orillas los momentos de calma
donde la contemplación es mar
y el yo un horizonte,
un límite flaco
entre el peso del cielo y la tierra.
Estás ahí
la calma es un pecho que amas
la extensión de un cuerpo que tampoco es la vida
pero te ha dado orillas
dónde mirar un mar cuando el vacío interroga.
Hoy, por ejemplo, ¿qué es?
¿Quién ser, qué habrá
seguirás?
POR SI ACASO
¿Otro cadáver?
Ya no me sorprendo.
Da igual si quemado en el baúl
de un auto que quizás vi ayer
detenido en el tapón del crimen más reciente:
una mujer fue atropellada junto a sus dos hijos
frente a la Sala de emergencias
donde el día antes
llegó una infante con un balazo en la cabeza.
-¿Irse? ¿En qué cabeza cabe?,
pregunta ahora, casualmente, el noticiero.
Lo veo en la mesa
en la que intento descifrar cada mañana
qué trama
en los hilos del humo y en silencio
el hombre con quien duermo.
En él también siempre repaso mis papeles
el lugar en el que vivo, lo que tengo
mi deber de sentir, pertenecer, de conmoverme.
Igual este insistir en ser
humano contra el mar que avanza
entre tanto peligro acorralado.
Aquí no hay nada que comer.
Afuera está nublado.
Debería hacerme de un revólver, por si acaso.
Igual debería dejar dicho
qué quiero que hagan conmigo cuando muera.
Aún es importante, antes que sorprenderse, prepararse.
Hace un rato el noticiero también dijo -lloverá.
Ignora que el país madruga ansioso cada día
inundado de balas.
HABRÁ UN DÍA
Antes de abrir la puerta decir basta
romper el pan del hoy
desde la vulnerabilidad de la lagaña
y no tragar
aunque se haga la lucha en soledad
aunque se sepa
que es importante saber no detenerse
elemental seguir como los años
entre la filosa maquinaria del sistema
no más que código y tuerca,
hambre y ojeras
en deuda
pagando como se crece al olvido:
ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde,
en, entre, hasta, hacia, para, por, según,
sin, so, sobre, tras.
Aunque luego se abra la puerta,
a la convicción de soportar
cada mañana decir basta.
LA VICTORIA
Al mismo tiempo que pido a mi mano
un poema feliz
pienso las veces
que he deseado la muerte
en el último lapso.
Veloz la muerte me anuda la mano
y desvía el antojo.
Pero el poema feliz
como un pez brinca
del mundo angular al aire
para hacerse presente
para que mi mano lo tome
para que lo devuelva al oxígeno
del filtro prendido de las cosas
Desanudado lo tomo
y me aparto a la lluvia;
esa voluntad del día afuera del poema
a la que pertenece igual
mi sombra.
Parado sobre un charco
que refleja una ruina
derroto esta vez con un poema feliz.
CUESTIÓN DE SAL
Es de salitre quedarse
a sobrevivir junto al mar
las ruinas
azotar en ráfagas
contra las mismas cosas
y todavía sonreír.
Xavier Valcárcel de Jesús (Loíza, 1985) Artista visual y escritor. Ha publicado siete poemarios, entre ellos Palo de lluvia (2010), El deber del pan (2013), y Fe de calendario (2016). En 2019, publicó la crónica personal titulada Aterrizar no es regreso. Como escritor, ha participado en diversos festivales y encuentros en y fuera de Puerto Rico. Parte de su trabajo se encuentra compilado en antologías y revistas, y ha sido traducido al inglés, portugués, y alemán. Estos poemas son inéditos.
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