Foto de Adal Maldonado
abolengo
Provengo de un linaje ¿masculino?
curtido por la historia
diezmado por el fuego y el azufre
al mandato de Dios.
Hombres hechos caminando
a orillas de la ley
cortándose los pies
con el margen de los textos
sagrados. Sagrados entre sí
imagen y semejanza
cuerpo y sangre
vagando por crepúsculo y aurora
puntos ciegos del día en donde cada cual
puede ser lo que parece.
Hoy caigo del árbol genealógico
como fruto maduro apedreado
hacia fauces dispuestas
a saciarse con la sobra.
Hoy ruedo por el suelo procurando
lugar para descomponerme
tierra estéril que trague mi semilla
sin promesa. Hoy voy
a germinar
a crecer
a dar sombra
a quien se arrime exhausto
a soñar que puede serse
hombre de muchas… maneras.
Me deshago
me desustantivo
me despronombro
me desarticulo
me de(s)genero
me descubro al final. Soy
uno para el bochorno de los otros
para la admiración y el desenfreno
y su mirada cortante y su crujir de dientes
para amordazar mi exposición deshonesta
para la inmolación
Por un rincón de la lista inacabable de ultimados
me asomo, me asumo
—mariquita, mariposa, pato, oso, cachorro, puerco...—
exótica fauna rumiando por las barras
la vergüenza de ser
humano.
Danzo en santuarios
de música ensordecedora descascarando muros
o en marchas multitudinarias cuyas raíces liban
de la escupida fosa común de mis ancestros.
Eso no lo entiendes tú.
Por ello blando la pluma elegantemente
—hay que volar con gracia en el cielo
despejado de las páginas—
y celebro mi linaje trazando
nombres invisibles u olvidados
con coloridas tintas
en el aire.
silente
Hay cosas que rozan el silencio y hacen ruido
como la yema de tus ojos rascando mi silueta delante de la gente
como el tono menor y gutural con que tocas mi nombre
como el doble caracol de tus oídos
como tú mismo siendo
así
deshilando un músculo para enhebrarte al aire.
Hay otras que rozan el silencio y hacen un ruido...
Como el golpe de amarillo que ciertos robles estrellan
contra la carretera, y tú
como un sol duro castigando la vista con la camisa puesta.
Como la luz vibrante en las trémulas bombillas de los bares, y tú
filamento de hierro azul e intermitente columpio de mi cintura.
Como pies que tararean.
Como el -ombre encubierto en el pronombre
que tú, que yo y nosotros poseemos
pero ellos no detectan.
Porque hay minucias que tangen lo silente y ensordecen.
Como evocarte solo en la palabra
en el ovillo de letras que te cose al sonido
en el dulce zumbido que eres para mí.
Como entreabrir de noche una persiana para revolotearte en un suspiro
como cerrársela al mundo de momento
por querer o no saber
qué más contarle de ti.
mami
mi madre era una bestia
exceso de sí misma
escándalo de mujer
con cicatrices de astros
tatuadas por la espalda
la conocí cobarde y dócil
bajo un puño que prensaba el aceite
de sus aceitunas pardas
aquella misma mano
la pegaba de oído contra una pared
para inculcarle el zumbido
de la omnipotencia
del cuarto a la cocina, de la cocina
al balcón, del balcón al aposento, a mami
se la tragó el triángulo de las bermudas
de la domesticidad, la mordió
la quimera legendaria
que todo lo ve, que todo lo alcanza, y todo lo
soñado le chorreaba de las uñas cuando salía
al sol
a tender ropa
se hizo diestra en los oficios
de tragarse la voz, de recoger
las manos y retrasar
el paso, de deslecharse para criar
a tres retoños miserables
en su boca liqueaba una jeringa
que inyectaba el miedo al padre
pero ella me parió durante la inmunidad
puso un lápiz en mi mano:
¿cómo se escribe “venganza”, mamá?
“venganza” se escribe… con calma
y me enseñó a bailar en puntas de carbón
la bestia, el exceso y el escándalo
se redujeron a una línea tenue
que le sellaba labios y ondulaba
una levísima espuma de rabia
entonces, mami era mi terror y mi orgullo
lápidas se desplomaban sobre cada nombre
desgranado de su lengua
fijos, los ojos, a través de la persiana
reclamándole al cielo infinitas deudas
el azúcar cercenó su vanidad
una cama de hospital le tajeó la belleza
y aquel divino tesoro
resultó una baratija
su cuerpo cupo exacto en la gélida gaveta
de la morgue, y en el cristal del incinerador
pasé dos veces la mano
para esparcir vapores
o para despedirla
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