top of page
Search
Writer's pictureDistrópika

Poemas de Damián Salguero


Foto de Julián García


Las Orillas Subterráneas


En algún pueblo vimos el cielo lleno de pecas,

éramos niños perdidos en algún lugar de esta montaña

que nos abraza como una madre muerta.


No teníamos edad, no había fechas,

porque el andar del sol

era un río que se detiene en el color de tu piel.


Me enamoré de ti,

te lo dije casi susurrando.

Reíste llena de pesares.


Pensé:

Es absurdo que hayamos muerto.

Que estemos juntos nadando

en esta laguna subterránea de cadáveres.


Me lamenté porque me cortaron los brazos y

ahora estás a mi lado y me digo:

esta eternidad será absurdamente larga

y yo sin poder abrazarte.


 

El Amor no es nada.

(Un sexo de aniones y cationes

resbalando por las vértebras del pasto,

el amor es la definición de un infierno

que no puede ser nombrado)

Pienso en que no vale la pena

escribir después de tus muertes.

me dan ganas simplemente de recordarme solo,

llenarme de huecos los huesos

y repetirme a mismo:

los poemas no son de carne, no sienten

son cuerpos estelares que fluyen con los ríos.


Amor. Mito:

Vuelve a pasar por aquí ese abismo Me sueño Popayán Un terremoto ha

sembrado la angustia en el seno de la memoria Tiembla, pero ya no me abraza el terror

Esta ciudad ha sido bombardeada Hemos muerto Estamos

entre las ruinas pensando que lo peor ya ha ocurrido Miramos las palomas comiéndose

el color de los cielos.


Has hecho que los días se detengan, que tengan el nombre de mis miedos. Canté con

odio el amor y sus metáforas, todos los sueños de los hombres bajo las ruinas. Esta ciudad ya no

existe, ni es blanca, ni es un pozo del olvido Esta ciudad se volvió mi piel, es un ejército

de mariposas que mutan de colores cuando los atardeceres se vuelven altiplanos y rocas

Pienso: Moriré en un nido de árboles sin nombres ni raíces Moriré entre los

hombres soñando ser una mariposa incendiada con orquídeas en sus escamas Naceré en

algún color No puedo detener mi canto, porque mi canción no tiene sonidos,

solo tiene en su piel el viaje de la historia. Adiós amor, no podré olvidar tu boca ahora que se

me pudren las vocales. He navegado y he imaginado los puertos esperando a olvidar,

pero solo quedaron nombres que no me remiten a nada. Estoy cansado de este cielo

caucano devorado por la niebla, y de esta casa que nunca duerme De los amores que

desaparecen bajo la bruma de estos cielos sudamericanos No paro de escribir sobre

una danta con frailejones en su piel Sobre la vida que nunca ha detenido su canto

He fugado los poemas esperando a que los páramos detengan las estrellas sobre

las lagunas.


En el verde de este cielo quemado por agosto,

veo a los soldados colgados de los helicópteros,

a los helicópteros tragados por montañas

que vuelven al cielo un laberinto


 

Canta, si tienes voz, canta


Mira Damián, esto en realidad puede sonar encantador, pero es absurdo.


¡¡¡Cauca en llamas!!! He gritado como loco mientras llovía, todos pensaron que andaba con la voz quemada, con los días repletos de universos borrachos con guarapo, tenía miedo de volverme otro

y cuando fuera otro volver a ser el que siempre fui, volver y olvidar los paisajes guámbianos,

olvidar el macizo, olvidarlo todo. Este mundo es una carnicería de montañas.


¡¡¡Cauca en llamas!!! Y mi poema es sólo el resultado de un atardecer dejado a medias mientras me reclutaban en un camión del ejército y me enviaban a una esquina del valle de las papas donde no vería a mis amigos ebrios caer sobre las calles de diciembre. No sé si pueda funcionar la experiencia personal y la ficción dentro de un poema, verás esas son herramientas propias de la narrativa.


Mamá lloró mi ausencia, yo lloré la suya mientras el viento del macizo disipaba los recuerdos, los Nasa Yuwe solían caminar con maderos al hombro, los campesinos solí­an saludarme con miedo y respeto. Nunca pude detener mi marcha. Mi brigada, solí­a todas las tardes de ocio hacer cí­rculos y practicar boxeo, y lances de cuchillo recordando los viejos tiempos del barrio. Al llegar el cabo todos se quedan callados.


Mira, en serio, esta necesidad de experimentación es caduca, lo que está imperando en la estética

nacional es ser moderado, si me entiendes, la poesí­a colombiana necesita la mesura del lenguaje,

el poema corto, el bello refinamiento japonés, el legado de una poesía norteamericana que supo

con el silencio crear la poesía. Estamos cansados de la estridencia.


Los paisajes de Valencia, Cauca eran infinitas flores incendiándolo todo, cuando me tocaba ir a

prestar guardia entre los arboles soñaba con alguna mujer morena que tuviera tetas grandes y me

dijera mi amor, que supiera alucinar, al llegar a la laguna de Cusi Yaco, soy un niño moreno, con los

cachetes colorados, mirando el Cauca y el Huila y soñando una nación indígena fabricada con

colores, luego el teniente me llama y me dice que me apure, que hay mucho por hacer.


Creo sin duda, que la poesía debe ser una manifestación metafísica del lenguaje, por ello que el

poema tenga vocablos usados en las hablas coloquiales resta su valor estético. Me mandaron de

Valencia a Piamonte. En el escuadrón anti-guerrilla al que pertenecía estaba conformado por

chicos que soñaban con volver a casa, que no sabían distinguir el honor del hambre, que no


entendían la diferencia entre fe o ganar dinero, aun así, cuando podíamos cantar en medio de la

nada cantábamos, o bailábamos o gritábamos, o nos enloquecíamos imaginándonos serpientes

escondidas bajos las piedras. Atravesamos un bosque entre dos montañas, la guerrilla empezó a

disparar, me escondí bajo las piedras, entonces no valía la pena pensar en el hambre o el dinero,

en la mujer que siempre buscaba, el deseo deja de ser una palabra y se vuelve un instinto, ¡Dios

mío sálvanos! se escucha entre las estructuras de las piedras las risas de un Dios enfermo.


Me tengo que ir, pero así­, la poesía es, deja de ser, entonces me voy, me vuelvo aire metafí­sico

(carros, la ciudad, la cafetería, le digo, la poesí­a es vida, es la voz de todos los hombres y los

dioses, se ríe y dice la poesí­a es poesí­a nada más, es un lenguaje que afecta el lenguaje. Yo quedo

pasmado).


Cuando cargaron los cadáveres de mis compañeras, me enviaron al Patí­a, ya no sentí­a nada, mi

corazón era un tatuco explotando de tristeza, era la sombra de las ráfagas de metralla, el recuerdo

infantil de un soldado triste bajo un sol de agosto, de las calles colombianas, de los parceros que lo

único que esperaban de la vida era ser felices y a lo máximo que llegaron fue a soñar y tener fe, y

hacer amigos en las colas de los hospitales. En el camión solí­a pensar, ojalá dios no me olvide y

tienda su mano para rescatarme de este diluvio. Luego me quedé sin palabras cuando vi el Patía,

ardiendo.


Nuestras madres han dibujado un desfile

en los desiertos patianos,

esperando a que nazca de la tierra

cristos de maíz.



 

Damián Salguero Bastidas. Pereira, 199X. Periodista y artistas circense callejero. Como escritor ha publicado en diversas antologías, tanto nacionales como internacionales. ha publicado, La gran depresión del buda (2019), Cauca en llamas (2020) y los países subterráneos (2021). Actualmente vive en Popayán, Colombia.

534 views0 comments

Recent Posts

See All

Comentarios


bottom of page