QUERIDA D,
Madre,
nuestras vueltas al mundo se cumplen
cerca la una de la otra,
tus palabras fueron coces fuertes
me echaron temprano a andar
sobre las oraciones
antes de aprender a embestir, madreselva
me llevaste a las aguas buenas a ver
correr los pájaros en calles hiladas por el viento
la represa, los derrumbes, las montañas rojas
vistas verde siempre
madre, gracias
por las puertas que me abriste al Abrazo
por traerme a este mundo de mares y peces saturados
por proteger los pasos de mi cencerro hacia la Duda
por tolerar sin remedio que evite cuidados afanosos
yo sé, madre
que protegemos un pastizal imaginario y un proyecto enorme
para que nuestros corazones mínimos
se reencuentren como dos pájaros libres
en este mundo curtido donde celas
mis venas, mis pájaros, mis días,
nutres mis alas heridas con alimento de amor
cuando aterrizo,
tramas en cada sol nuevos zorzales de enormes cantos
presientes los presagios perfectos
te anticipas a la esfinge con ideas caribeñas sobre el fuego,
¡el mundo está en ti misma!
sobornas al tiempo que tardan las verdades en echar raíces
y cuando caigo en el vacío de las estrellas
-constelado me siento sin regreso-
me abres al sol las puertas
en que todos los días me despido
porque sabes que tengo vuelos, nidos, migraciones
porque sabes dar agua a la tristeza sin quitársela a tu risa
porque tienes el ciclo solar del pitirre encapuchado
un pico cahuvial,
un pecho robusto que respira por todes
un ánimo a ciegas que me empuja y cruje miedos
me haces saltar las cercas, embestir el polen de las flores
y abrazarte con el mundo en mí mismo.
A VECES
A veces olvido escribirte, amigo
que te quiero
en las paredes blancas y en los cielos negros
en los saltos de los gatos callejeros
y en los humos verdes donde flotan los días
que traen, pájaro tras pájaro, las pajas del nido,
beben de las venas que corren la cuneta
allí, donde está la vida en la ciudad, te quiero
pero a veces olvido su siniestro
la muerte en la ciudad también es verso cierto,
suerte que encuentro los caminos a casa
al nido de tórtolas en la biblioteca;
a veces recuerdo tus nombres, amiga
recuerdo que cuento contigo para números y ovejas
para imprimir “te quiero” a mi amigo en una pared blanca
a veces tengo miedo, el de siempre
de encontrar una encerrona
la palabra hiriente en la boca de alguien-
por asuntos de decoro la violencia está mal distribuida-
cabizbajo, bajo el yugo de tragarme un nudo, qué decir
es una daga, una internalización de los temores nuevos
un golpe inesperado de la gravedad que me rebaja al suelo
aunque se sienta igual que flotar en un espacio abierto,
no es un impulso interno de morir o vivir
como si las reses pastaran en un cenicero de anillos planetarios
y un cazador astronauta nada
sigue la caravana de cencerros con su cuchilla de piedra galáctica;
amigues, por el amor que me comparten mis amantes
a veces olvido que tengo vih
a veces lo recuerdo, como cuando llueve
y quiero que me caiga a cántaros el cielo
y quiero que la ropa sea viscosa savia del ambiente
nado a trote alegre en los chubascos
juego a vivir en cada nube que se derrama
me detengo y pienso, no siempre pudo ser así
y pienso, a veces recuerdo que hay palabras hirientes
y que casi no las encuentro,
hoy, todavía, no para todos es el mismo lunes
se me enmohece mi versión de espadalabra
por andar con los brazos prestos, tan abiertos
solo soy un buen muchacho
me tomo mi tiempo en mi café con cenicero
anillos donde recuerdo a veces, amigx
que te quiero
LUCIFERASA
la luz en sí misma lucífera
se despierta quebrada por su oficio
torna los árboles en aliento que alucina
ramas abiertas de par en par, ápice amarillo;
cruzo la cara intermitente de un semáforo apagado colgante taciturno
allí el aquí, el allí, el también, el mismo sitio
no mires la luz porque ensordece
no creas los proverbios de la planta prohibida
el himno de espadas y banderas de elefantes
plántalo al revés en tus palabras nuevas:
¿cuándo quema el sol como un dedo íntimo?
¿por qué le toma tanto al tiempo llegar en bicicleta?
¿quién alimentará la luz?
la luz en sí misma lucífera
BAJITO A PITORRO
que hasta los muertos desentierra y dicen que sí
-Rita Indiana
ya sin selvas
muertas las madreselvas
ya sin los hijos de las hijas tomadas
sin la danza y el canto con la retahíla
de cuentos y flagelos
con un himno que convierte guerras en jarras
donde los mosquitos se echan la siesta de Baco
olvidamos magia por migaja;
suerte que en algunas esquinas
el agua arde, vuela la Yaboa y sorprende
el mar nos hace cucharitas de refresco
en un campus, en un vertedero;
perdimos el miedo a los colmillos
unos de los otros
como cuando no pasa nada
y el encierro te apesta a humedá
y tienes que salir hacia los techos luminosos
que palpitan al fondo de la calle
donde el aguardiente nace del fango
para ahogar un elefante Azul de río
curando el tarro de los peces de colores
para que no les salga el aire que beben de la trompa
un cántaro fantasma que se mira
los huesos para recordar el misterio
de su Nombre, la Ley Mojada
en honor a la madre tierra
que tiene un tufo a caribe moderno
ya sin selvas
Gaddiel Francisco Ruiz Rivera (Vega Baja, 1991) es escritor, editor, artista y profesor. Ha publicado los libros Via crucis de la otredad (2012), Reptura de agua enchufada en una isla (2015), Remedios crónicos para enfermedades caseras (2016), lógica escata (2017), De raíz (2022) y Teoría del ave en mano (2023). Publicó en el 2023 una edición crítica de Zoopoligrafía de José G. Padilla con Editorial Tiempo Nuevo. Dirige mensualmente la Peña Ponimágica, un encuentro de artistas enfocado en la comunidad lgbtqi+. Participa activamente de la escena kiki del Ballroom Boricua como madre de la casa House of Puns. Actualmente, se educa de forma autodidacta sobre el acuarismo, la educación canina, la fotografía y dibujo científico animal.
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