Distrópika
Poemas de Mario Belaval

Maravilla
¿Cómo es posible, si
los trajes de baño cuelgan
ya secos del cuello de la ducha,
que tú aún lleves el mar
entre tus piernas?
Chicken Noodle y Medalla
Llevo el 9 a 5 grapado en la nuca
y una par de horas extra manchan
mi corbata mientras deambulo los pasillos –
a esta hora vacíos – del supermercado.
Puede que la abundancia obscena en los estantes,
la fluorescencia falsa de la luz y el color imposible
de las frutas y los vegetales sean un refugio,
un escape inadecuado.
Pero no he visto el sol en todo el día y las luces
de la ciudad cancelan las estrellas y esta noche
hay luna nueva.
(donde vivo no me espera ni una luz prendida)
Si tengo suerte la cajera me deseará
buenas noches y el gerente se
acordará de mi nombre.
Mientras
Los ojos de la cajera del café
en la esquina de la plaza
son un atardecer a medio caer.
Las mesas vacías están secas
bajo las sombrillas de lona gruesa,
pesadas con lluvia.
Pero la plaza reluce en la lluvia,
sacudiéndose la mierda de las palomas,
el sirop pegajoso de las piraguas, la costra
de todos estos días de verano.
En las calles las vitrinas se reflejan una en otra
una y otra vez hasta deshacerse
en charcos en los adoquines.
La ciudad vieja entera cabecea como
el indio de la tienda de souvenirs sentado
en un taburete junto a la puerta.
Mientras, aquí en Hato Rey,
allá abajo en el fondo
entre los edificios,
las primeras bocinas
empiezan a joder.
Boceto: Verano
Regreso del trabajo
a echarle agua a esas matas
del balcón que rehúsan
florecer.
Por supuesto, no rechazan
el trago y su verde espeso
y vivo es una afrenta a lo que
queda de mí a esta hora.
Así que abro una cerveza,
y por lo menos transamos,
estas matas y yo, compartir
el olor a tierra húmeda
en la última luz.
Lunes
A pesar de todo hoy
alguien me cedió su parkin,
un amigo me cambió una pintura
por un libro, y una cajera me dijo okei
vete a la ath y vuelve, ah, y
mi vieja me llamó para preguntarme
si tenía boxers limpios (porque uno nunca sabe) y tú
me besaste sin razón alguna.
A pesar de todo hoy
fue un buen día.
La cita (Plaza San José)
El caricaturista dormido frente al atril
y dos o tres palomas picotean
por picotear. A esta hora
la lata de cerveza ensartada
en el dedo cobreverde
de Ponce de León es un ascua
en su punto.
Sólo la iglesia, como un bloque
de cal cremosa, sus puertas
y ventanas de madera gruesa
curada en salitre y barniz
y las hojas pétreas y pulidas
de los guayacanes
resisten el paso aplastante del sol.
En lo que mí respecta
me puedo ir,
pues mi sombra ya roza
la muchacha que lee sentada
en el banco de al lado.
Excepto los girasoles
Sin aviso la lluvia. Caen
gotas gruesas y furiosas
revientan contra los carros y
el asfalto y las hojas de algún árbol
que se le escapa a la acera.
Y corremos, nosotros que
nos jactamos de haber domado
el átomo y de ser capaces de amolar
la palabra hasta hacerla la mentira más certera, huimos
¡del agua!
Quizás es por esto que cuando
el vendedor de flores corre a guarecerse en su carro
las flores en las pailas se viven de la risa.
Mario Belaval (San Juan, 1968) Sobrevive como escribidor a sueldo. Tiene un bachillerato en Literatura en Inglés de la Universidad del Sagrado Corazón (1991) y una Maestría en Psicología de la Universidad Interamericana de Puerto Rico (2007). Ha publicado poesía, cuento y traducciones en revistas en papel y en línea como Huevo Crudo (Puerto Rico), A propósito (Puerto Rico), El Cuarto del Quenepón (Puerto Rico), En la Orilla (Puerto Rico), La Esfinge de Papel (México), Musu (España), Papeles de Poesía (España), Hojas en la Acera (España), Fósforo (España), Still (Inglaterra), Solitary Plover (EEUU), y en Puerta del Sol (EEUU).